El Reiki es una terapia de aportación de energía y de luz (vibraciones de altas frecuencias) a la estructura energética del paciente que se dirige a incidir en estas causas para hacer que pierdan su capacidad traumática para somatizar en enfermedades, y contiene diferentes herramientas para procesar las emociones negativas y las situaciones traumáticas archivadas en nuestra biografía oculta, entendiéndolas, comprendiéndolas, aceptándolas e iluminándolas con la luz de la conciencia.
Las técnicas del Reiki no enfatizan en la sintomatología sino que se dirigen directamente al origen de los núcleos potencialmente dañinos para desactivar la carga energética negativa y neutralizar su capacidad perjudicial despertando y activando al sanador que todos llevamos dentro que es nuestro espíritu, nuestro Ser, nuestro Yo superior que sabe y que hace comprender a nuestro cuerpo y a nuestra mente las causas de nuestras desarmonías y enfermedades.
La enfermedad es el propio enfermo y también en el están la mayoría de las claves de su sanación, y la labor del terapeuta es descubrir esto, desvelar al enfermo su Yo superior en todo su esplendor y desplegar toda su capacidad sanadora aportando luz a su estructura energética.
A nivel físico el Reiki actúa sobre nuestro cuerpo físico:
Lo energética, armoniza, equilibra, purifica o deshace bloqueos de energía, propicia el buen funcionamiento general, glandular, fortalece las funciones inmunológicas, libera toxinas y sustancias no convenientes, promueve la salud integral y evita el deterioro ocasionado por la edad y los malos hábitos, promueve el contacto con las sensaciones y con el medio ambiente….
A nivel mental-emocional. El Reiki actúa sobre nuestra dimensión mental-emocional:
En el plano mental, equilibra y armoniza todas las emociones, actitudes y carácter ante los acontecimientos cotidianos.
Los factores psicosomáticos favorecen el desarrollo del cáncer, nuestra estructura mental y nuestro núcleo emocional procesan constantemente emociones y energías negativas, odios, miedos, angustias, tristezas, carencias, stress, coraje reprimido, preocupación, acontecimientos dolorosos, frustraciones, culpas, experiencias de fracaso, estados de inconformidad, vacío ante la vida y poco o nulo sentido de la misma etc.
Estas energías cuando no son procesadas adecuadamente, integradas y aceptadas se convierten en sentimientos negativos que generan cúmulos traumáticos que se almacenan en nuestra estructura energética y que provocan bloqueos en los chakras y en los canales de circulación de energía, que a su vez debilitan toda nuestra estructura energética y nuestro sistema inmunitario que ya no es capaz de realizar su función adecuadamente, produciéndose la somatización en nuestro cuerpo físico en forma de enfermedades y cáncer.